Le pregunté a un docente cómo la escuela impacta en la vida de una niña o un niño. Me contestó que es importantísima porque es ahí donde construye conocimientos y aptitudes que definen su personalidad y lo dotan de herramientas para desarrollarse plenamente. Y lo más importante, la escuela pone en igualdad de condiciones a todos.
Pero en tiempos de pandemia ir a la escuela es imposible y las tareas se dictan de forma virtual. Y me pregunto: ¿todos los chicos tienen los medios tecnológicos para recibirlas? Si las reciben, ¿podrán entenderlas acabadamente? ¿Conseguirán los materiales didácticos y bibliográficos para las actividades?
Por otro lado, leí que la UNICEF alertó en su último informe “que el índice de pobreza en niños, niñas y adolescentes llegará al 58,6 % a fin de año”. Sin entrar nuevamente al desastre que está dejando el COVID19, el punto es que si analizamos los dos problemas parecieran dimensiones paralelas, una la de la pobreza infantil y la otra la de la brecha digital.
Nada más equivocado que pensar que son dos compartimentos estancos. La seguridad alimentaria y el acceso a la tecnología para el conocimiento a la misma vez, hoy son necesidades básicas que demandan la construcción de agendas, que prioricen el tratamiento conjunto e integral de los derechos del niño, garantizando acceso e igualdad de condiciones para todos nuestros pequeños.
Que cada chico pueda contar con la alimentación completa diaria y una computadora con internet, -entre muchas otras cosas- no es una idea descabellada, es por lo visto la gran deuda a saldar.
Lic. María Laura Rojas, Politóloga. Directora Área Desarrollo Socio – Cultural – CEDI, Centro de Estudios para el Desarrollo Inclusivo.
Redacción Jáchal Digital
