Los relatos periodísticos de la época aseguraron que hubo una discusión y que, en medio del violento altercado, el hombre atacó a golpes a su madre. La verdad es que el crimen fue mucho más espeluznante. El obrero rural agarró un azadón, caminó hasta la cama de su mamá y sin ninguna contemplación la mató a golpes mientras dormía.
El trágico final de María Cáceres aquella madrugada del miércoles 13 de abril de 1983 tuvo poca repercusión en los medios, pese a lo aterrador del episodio. Y es que costaba creer que el homicida fuese su propio hijo Héctor Epifanio Cáceres, un trabajador rural de finca y en ocasiones obrero temporario de la cosecha, del que muy pocos sabían que cargaba con el antecedente de otro asesinato.
Héctor Cáceres había sido condenado el 4 de mayo de 1977 por el delito de homicidio simple en la provincia de Chubut, según documentos judiciales. Aunque esos registros no hacen referencia a quién mató y en qué circunstancias, hay constancia de que pasó algunos años presos en una cárcel del sur y cuando obtuvo la libertad condicional regresó a San Juan en 1982.
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La casa donde se produjo el femicidio. Foto de Diario de Cuyo.
Héctor buscó dejar atrás ese pasado oscuro y retornó al hogar materno junto a las únicas personas que tenía, su familia. A sus 42 años y con un homicidio en su haber, no tenía muchos lugares para elegir. Su madre lo acogió y le dio un lugar en su rancho de adobe y caña en la calle Hilario Cuadros en Villa Balcarce, Santa Lucía. En la misma propiedad, pero separados, vivían sus dos hermanos con sus respectivas parejas e hijos.
El trabajo de changarín y su aburrida rutina lo llevaban siempre perderse en el alcohol. Sus parientes y los vecinos comentaron tiempo después que desaparecía los sábados y solía ponerse violento cuando volvía a la casa.
María Cáceres era querida por la gente de la zona y no se metía con nadie, pero sufría por su hijo soltero. Al parecer, ella regañaba seguido al changarín y eso era motivo de continuas discusiones entre ambos, pero nadie imaginaba que esas diferencias harían nacer un odio incontenible y sin límites en Héctor.
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Un periodista entrevista a un familiar de la mujer asesinada. Foto de Diario de Cuyo.
El martes 11 de abril de 1983, Héctor salió hacer sus acostumbradas visitas a sus amigos para tomar un vino. Como no podía ser de otra manera, esa noche volvió emborracharse y llegó a la casa de la calle Hilario Cuadros, aproximadamente, a las 3 de la mañana del miércoles 12.
Las versiones brindadas por los periódicos Tribuna y Diario de Cuyo aseguraron que, cuando Héctor Cáceres entró a la vivienda, no encontró su “ganchera” y eso lo alteró por de más. Ahí empezó a gritarle a su madre. Según esos relatos, María Cáceres no se calló, entonces se desató una fuerte discusión y el changarín tomó un azadón con el que comenzó a darle golpes a su madre hasta dejarla tirada y ensangrentada en su habitación. También se dijo que los gritos de la mujer despertaron a los otros miembros de la familia, que corrieron a socorrerla y se encontraron con Héctor sosteniendo la herramienta de labranza junto al cadáver.
Lo que no contaron los periódicos o lo que la Policía ocultó en esos momentos, fue que no existió ninguna discusión ni pelea dentro de esa vivienda del barrio Balcarce. La mujer de 63 años ni siquiera se encontraba despierta.
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El título que empleó diario Tribuna de la Tarde para dar a conocer el brutal asesinato.
Según consta en un documento judicial, María Cáceres estaba durmiendo cuando su hijo Héctor la atacó de forma traicionera dentro de su habitación. El obrero rural se puso al lado de la cama donde descansaba la mujer mayor y le pegó en la cabeza con el filo del azadón varias veces. Puede que en el primer golpe la despertó y ella gritó, y que eso alertó a los otros hijos de que algo ocurría en su rancho. Igual nada la salvó de morir masacrada por su propio hijo.
Héctor Cáceres fue detenido dentro de la vivienda por sus hermanos, que lo retuvieron y lo entregaron a los uniformados de la Comisaría 5ta que arribaron más a raíz de los pedidos desesperados de los vecinos. Una versión decía que planeaba fugarse arriba de su bicicleta.
El juez del crimen Raúl Iglesias ordenó que lo encerraran en un calabozo como único imputado del brutal asesinato y los investigadores secuestraron la herramienta de labranza que utilizó como arma homicida. Las versiones dicen que Héctor Cáceres recapacitó pasadas unas horas y lloró desconsoladamente cuando tomó conciencia de lo que había hecho.
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El asesinato ocurrió en una vivienda de la calle Hilario Cuadros, en Villa Balcarce.
Mediante un juicio escrito, el changarín fue condenado el 8 de agosto de 1984 a la pena de reclusión perpetua, más la accesoria de reclusión por tiempo indeterminado, por el delito de homicidio, doblemente agravado por el vínculo y la alevosía. Nunca se conoció cuál fue el verdadero motivo de tan brutal asesinato en manos de un hombre que quitó la vida a su propia madre.
El juez que lo castigó entendió que obró sobre seguro, sin riesgo y de forma traicionera a la hora de asesinar a su madre. La condena impuesta fue la pena más dura contemplada en el Código Penal Argentino debido a la gravedad del crimen cometido y por el antecedente del otro asesinato cometido en Chubut. Hoy, posiblemente estaríamos hablando de este caso como un femicidio.
Ese fallo judicial fue apelado, pero el planteo de la defensa no prosperó. El 5 de diciembre de 1984, los jueces José Luis García Castrillón, Arturo Velert Frau y José Hidalgo de la Sala I de la Cámara en lo Penal y Correccional confirmaron la sentencia de primera instancia y dejaron encerrado a Héctor Cáceres en el Servicio Penitenciario Provincial.
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