Digna y entrañable. Así se presenta a primera vista desde la calle la Escuela Museo Gobernación de los Andes en la calle principal de Tamberías, Calingasta. La dirección exacta es Maipú 194 Este, pero tras pasar sus frondosas paredes es cuando aparecen encadenadas las sorprendentes historias que atesora.
A modo de contexto, hay que exponer que Tamberías nace como una necesidad de generar un lugar para albergar a los trabajadores de la actividad minera que Domingo Faustino Sarmiento, allá por 1860, había implementado en el distrito Hilario, que se encuentra a la misma altura de Tamberías pero del otro lado del Río Los Patos.
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Tras cumplir con la extracción de oro, plata y cobre de la zona cercana al Tontal y pasar a depositarlo para su correspondiente tratamiento en las chimeneas de Hilario, los mineros necesitaban donde descansar y así fue que los primeros se instalaron en la que hoy es la arteria principal, la ya mencionada calle Maipú. Desde allí se fueron expandiendo las casas.
Sarmiento, que estaba siempre al salto para darle las mayores herramientas culturales a los trabajadores, vio la necesidad de alfabetizarlos a ellos y también a sus familias. Mandó a comprar un terreno para levantar la primera escuela en la historia de toda Calingasta.
Las vicisitudes de la vida y la burocracia –que ya existía en aquellos años- hicieron que el Maestro de América no pudiese verla terminada porque recién fue fundada en 1890, dos años después de su fallecimiento, según explicó el guía Gabriel Ivacache.
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En la actualidad la escuela museo cuenta con solo dos de las ocho aulas que llegó a tener en su tiempo esplendor. En 1906 se decidió cambiar la actividad educativa a un edificio más moderno y la construcción sustentada en tapiales, adobes, palos y cañas pasó a ser una importante vivienda para la población que iba en aumento. Las malas decisiones de sus moradores terminaron carcomiendo buena parte de la construcción existente.
Tuvo que esperar hasta el 2010 para ser declarada Patrimonio Cultural y siete años más para que empezara su reconstruir hasta encontrar el aspecto que presenta en la actualidad a la vera del adoquinado y atractivo boulevard de Tamberías.
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La tradicional y calculada construcción
Ivacache, con una preparación y una prosa digna de ser destacada, compartió una detallada información sobre los materiales y la forma en la que se erigió la escuela museo: “Toda la construcción está trabajada con barro como principal material. Los tapiales se realizaban con moldes y tenían una altura promedio de un metro por 65 cm de espesor. Tres tapiales superpuestos daban la altura a las paredes, las cuales se terminaban de completar con adobes. Para enducir las paredes, por decirlo de alguna manera, se usaba un revoque hecho de barro, leche y grasa. La leche funcionaba como pegamento y la grasa como aislante. Ese revoque se ponía por dentro, por fuera y también en el exterior del techo”.
“En el techo, cumpliendo la función de vigas, aún se conservan los palos de álamo originales de 1890. Todos se barnizaban con cera de abeja para protegerla de las termitas y la humedad. Y están atados con tientos de cuero de vaca. A su vez el techo en sí consta de tres capas hechas con las plantas que más abundaban en la zona: la primera está hecha de carrizo (una caña finita), la segunda de ‘pájaro bobo’ y la tercera de totora”, añadió el guía, quien para finalizar resaltó que “las aulas no tenían ventanas para no comprometer la firmeza de la estructura de la construcción. Para ventilarla e iluminarla bastaba con abrir las puertas. En invierno se cerraba todo y se prendía las chimeneas que había en cada espacio, lo que daba calor y lumbre al lugar”.