El “no sé” expresa más que una indecisión pasajera. Es una señal de que algo está en juego en lo profundo: nuestra identidad, nuestros valores, nuestros deseos y miedos. Pero, ¿Por qué decimos “no sé” con tanta frecuencia?
Desde la psicología, se entiende que vivimos en un contexto donde las certezas que antes sostenían a las personas generación tras generación, hoy se desdibujan. La estabilidad laboral está presente más que nunca, las estructuras familiares tradicionales, son parte del pasado, las vías claras para crecer profesional y personalmente están en crisis, hoy el éxito no es sinónimo de cultura, estudios o formación.
En Argentina, todo se vive de manera apasionada por ese motivo, factores como la crispación política, la precariedad laboral, las exigencias sociales y el bombardeo constante de información generan un clima que dificulta el anclaje emocional y la toma de decisiones firmes. Esta realidad no solo afecta a los jóvenes: también impacta a adultos de mediana edad, y hasta a quienes están entrando en la etapa de la jubilación.
Hombres y mujeres frente al “no sé”: diferencias importantes
Aunque el “no sé” es un fenómeno transversal, la forma en que hombres y mujeres lo experimentan y expresan suele diferir, influida por mandatos sociales y culturales.
- Mujeres: suelen vivir el “no sé” cargando una fuerte autoexigencia y la presión de cumplir múltiples roles: ser independientes y exitosas, pero también maternales y empáticas. Esta combinación genera un desgaste emocional que a veces paraliza, acompañada de una crítica interna intensa.
El romper mandatos como ser madres o no, aceptar casarse o vivir sola, tener una sola relación o amar abiertamente,… son muchas de las cuestiones que llevan al “no sé”, por distintos conceptos
- Hombres: en cambio, muchas veces enfrentan el “no sé” con una desconexión emocional. Los mandatos sobre ser “proveedores” o “fuertes” dificultan expresar dudas o vulnerabilidades. Así, el “no sé” puede manifestarse en conductas evasivas, irritabilidad o aislamiento.
El hombre está sufriendo una verdadera “crisis de identidad” al no saber realmente que hacer ni cómo hacerlo, en una sociedad que está cambiando en muchos aspecto derribando muros que durante años han existido.
En ambos casos, el “no sé” refleja tensiones que conviene reconocer y abordar para evitar que deriven en malestar profundo.
El “no sé” a lo largo de la vida: un mapa para entenderlo mejor
Este síntoma ya no es exclusivo de la juventud. El “no sé” se presenta con distintas caras según la etapa vital y nos invita a escucharlo con atención.
- Entre los 15 y 17 años: el “no sé” está vinculado a la confusión en la formación de la identidad. El adolescente empieza a buscar quién es, qué quiere y hacia dónde va, pero la falta de experiencia y las presiones externas generan ansiedad.
- Entre los 18 y 24 años: el “no sé” aparece como incertidumbre ante decisiones que parecen definitivas, como la elección de carrera o trabajo. La ansiedad y el miedo al error son comunes.
- Entre los 25 y 29 años: la crisis puede tornarse más interna: “no sé si esto es lo que quiero realmente”. Es la etapa donde se revisan elecciones previas, a menudo bajo el peso de expectativas propias y ajenas.
- Entre los 30 y 35 años: se vuelve una disonancia vital, donde los logros externos (trabajo, familia) pueden no llenar el vacío interno. Surgen dudas sobre si el camino elegido es el correcto.
- Entre los 36 y 45 años: aquí aparece la necesidad de reinvención, con la clásica “crisis de la mediana edad”. El “no sé” puede ser un llamado a conectar con deseos genuinos y a hacer cambios profundos.
- Entre los 46 y 55 años: la vida vuelve a replantearse. Cambios hormonales, separación, hijos que se independizan generan un nuevo “no sé” que invita a descubrir nuevas pasiones o formas de vivir.
- Entre los 56 y 65 años: la jubilación y la pérdida de roles laborales o familiares pueden despertar un “no sé” teñido de duelo, pero también de potencial para el crecimiento y la búsqueda de sentido.
- Entre los 66 y 70+ años: surge la pregunta por el legado, la trascendencia y el sentido de la vida. El “no sé” en esta etapa puede abrir una nueva etapa vital si se aborda con apoyo emocional y social.
¿Cómo podemos acompañar este “no sé”?
El “no sé” es, en esencia, una oportunidad. Una pausa para reflexionar, cuestionar y rediseñar. Desde la psicología, se recomienda:
Explorar la historia personal y los mandatos que condicionan nuestras decisiones. Reconocer y nombrar las emociones que acompañan la duda y la incertidumbre. Fortalecer la confianza en uno mismo y en la capacidad para decidir.
Desde el coaching, por su parte, se suman herramientas prácticas:
Clarificar valores y prioridades auténticas. Diseñar planes flexibles que permitan avanzar sin certezas absolutas. Entrenar la acción consciente, el “músculo” para moverse aún con dudas.
Un llamado a escucharnos
El “no sé” es un síntoma social que nos atraviesa a todos en algún momento, sea a los 20 o a los 70. En lugar de temerlo o evitarlo, podemos aprender a escucharlo como una señal de que necesitamos detenernos, mirarnos y reconectar con lo que realmente queremos.
En tiempos de incertidumbre, el “no sé” puede ser la puerta hacia una vida más auténtica, libre y elegida. El desafío está en no vivirlo como un callejón sin salida, sino como un umbral que invita a transitar con coraje y acompañamiento.
¿Y vos? ¿Qué hacés con tu “no sé”?. Compartí este artículo con alguien que esté atravesando dudas. Porque a veces, reconocer que “no sé” es el primer paso para empezar a encontrar.
Escrito por Carlos Fernández Coach y psicólogo.
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