Jorge, el hombre que escribió más de 200 canciones y está detrás de los éxitos de El Yeyo


A veces, las canciones que más suenan en los bailes populares nacen en los lugares más inesperados. Como en la cabeza de un taxista que, mientras espera el semáforo, tararea una melodía y piensa en una letra. Jorge Garro maneja por las calles de San Juan desde hace años, pero su verdadero viaje es otro: el de la música. Autor de más de 200 canciones, muchas de ellas interpretadas por artistas locales -incluido el popular cuartetero El Yeyo-, Garro combina su trabajo cotidiano con una pasión que lo acompaña desde la infancia: la música.

Empezó a escribir letras cuando todavía no sabía tocar un instrumento. A los 11 años, ya anotaba versos en cuadernos escolares mientras escuchaba la radio en la casa familiar de la zona de Trinidad, cerca del Hospital Español. Allí, en un hogar donde se mezclaban la rutina del trabajo y los sonidos de la calle, comenzó a gestarse una vocación que no lo abandonaría más.

“La música es una inclinación familiar. Tengo mis tíos de Mendoza, los hermanos Gallo, que son folcloristas y han grabado un disco grande. Mi viejo era un integrante de la banda”.

Más tarde llegó la guitarra, después el piano, y también su primera banda: Carisma, un grupo de cuarteto que surgió en los años 90 y que logró algo que en ese tiempo era muy difícil: grabar en Córdoba. Uno de sus primeros grandes éxitos nació casi por accidente: necesitaban completar un cassette y, con apuro, sumaron un tema de última hora. Nunca imaginaron que “El chaca chaca” se iba a convertir en un éxito inesperado que, por pedido del público, nunca dejó de sonar en las radios locales.

Entre ensayos, bailes y grabaciones, Garro forjó una relación clave con Roberto Sosa, su vecino y cuñado, que más tarde iba a tomar popularidad como El Yeyo. La conexión entre ambos fue inmediata. Sosa vivía en su casa, escuchaba sus temas, los cantaba de memoria y, sin saberlo, grabó una canción suya creyendo que era de Camilo Sesto. Con el tiempo, esa complicidad artística se volvió colaboración concreta: cinco canciones suyas integraron uno de los discos más populares de El Yeyo, entre ellas “Desafío”, “Triste atardecer”, “Lucharé” y Hasta el fin de mis días, convertidas en clásicos del repertorio cuartetero local.

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Además del cuarteto, Jorge exploró otros géneros: escribió zambas, valses, temas románticos y hasta un homenaje coral a los Huarpes. Aunque nunca vivió exclusivamente de la música, su obra circula en peñas, escenarios y radios provinciales. Sin buscar protagonismo, y con un humor que le aligera los días, Garro sigue acumulando letras como quien junta historias. A veces, con un celular como grabadora improvisada. Otras, con el recuerdo de alguna frase que escuchó al pasar. Su andar discreto no impide que, de tanto en tanto, alguien le diga: “¿Usted escribió ese tema? ¡Lo cantamos siempre en casa!”. Y ahí, en ese reconocimiento sencillo, parece estar su mayor recompensa.

“No me siento a componer. Me baja la idea y la grabo como puedo, con la voz, con el celu. A veces sale de una, a veces la tengo dando vueltas semanas”.

La música fue también un lazo familiar. Durante años se subió a los escenarios junto a sus hijos y su yerno, bajo el nombre Clan Carisma. Ensayaban en casa, armaban shows en plazas y festivales barriales, y grabaron varios temas que circularon por las radios. “Nunca fue una carrera profesional, pero sí un proyecto con mucho corazón”, dice. En esas presentaciones, su hija cantaba, su hijo tocaba los teclados y él dirigía con guitarra y voz. Era un modo de seguir haciendo lo que ama, pero compartido, más íntimo.

Pese a haber aportado canciones que hoy se cantan en fiestas y bailes sin que muchos sepan su nombre, Garro nunca buscó los flashes. “No soy artista, soy autor”, señala con humildad.

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