Se esperaba algo grande y no decepcionó. “El Eternauta”, la enorme producción de Bruno Stagnaro, protagonizada por Ricardo Darín y basada en la historieta de Héctor Germán Oesterheld y Francisco Solano López, logró salir del molde, llevó la argentinidad al palo y rompió fronteras para ubicarse entre las más vistas de Netflix en el mundo. Con toques de nostalgia, una musicalización que causa escalofríos y basada en el clásico de la literatura argentina logró tocar fibras íntimas. A 10 días de su estreno, los detalles que marcan la identidad de la serie argentina más trascendente hasta el momento.
La historia de los amigos que juegan al truco y son sorprendidos por la nevada tóxica que cae sobre las calles de Buenos Aires, ya formaba parte de la cultura argentina. Pues ahora, se conoce en gran parte del globo. A sólo cinco días de su estreno, “El Eternauta” era la serie de habla no inglesa más vista del mundo. Fue número 1 en el ranking de la plataforma en trece países (Argentina, Brasil, Chile, República Checa, El Salvador, Italia, Panamá, Paraguay, Eslovaquia, España, Turquía, Uruguay y Venezuela) y alcanzó el Top Ten en 87 países. Hasta ese momento, había sido vista 10.800.000 veces, totalizando 58.300.000 horas de pantalla. Cifras desconocidas para las ficciones locales.
Y es que, la narración tiene un gancho inmediato para quienes incursionan en su mundo por primera vez, el de la curiosidad que prácticamente obliga a seguir viendo para saber qué provocó el inesperado fenómeno climático. Mientras que, los increíbles efectos especiales llaman a continuar frente a la pantalla. Sin embargo, en Argentina, donde la ficción de casi 70 años es ampliamente conocida, el desafío era otro, quizás aún mayor. Es entonces, cuando salen a relucir los toques únicos. El principal: la nostalgia.
Tal como en el cómic, la serie cuenta la historia de una invasión alienígena a la Tierra, la cual utiliza una tormenta de nieve tóxica para aniquilar a la mayor parte de la población. En medio del desconcierto, en Buenos Aires se genera una resistencia a la invasión encabezada por Juan Salvo (Darín), su amigo de la infancia Alfredo Favalli (César Troncoso), sus vecinos y personajes aleatorios que aportan su valor humano para la supervivencia colectiva.
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La diferencia es que, la historieta fue escrita y publicada a finales de la década de 1950 y la serie, adaptada con maestría para traerla a la actualidad. Más allá de eso, los guiños a distintos íconos nacionales aparecen en repetidas oportunidades. “Lo viejo funciona”, dice a Juan Salvo (Darín) su amigo Favalli. Y esa frase no sólo engloba un amplio significado, sino que deja de lado los satélites, GPS y la IA para dar paso a la radiocomunicación, el tocadiscos y los antiguos vehículos como la Ford F100, el Peugeot 404, el Renault 12 y los íconos de la producción local, el Torino y la Estanciera.
Entonces, aparece también la música que, pasando por distintas etapas y años, hace fluir la memoria y los recuerdos de cualquier argentino. En la lista están desde “Caminito” de Carlos Gardel y la “Chacarera del Rancho”, de Adolfo Ábalos; pasando por “Credo” y “Todo cambia”, en la emocionante voz de Mercedes Sosa; y “Jugo de tomate frío” o “Porque hoy nací”, de Manal; hasta “El Magnetismo”, de Él Mató a un Policía Motorizado; “Fuego”, de Intoxicados; y “Cuando pase el temblor”, de Soda Stereo.
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Aunque podrían haber molestado, el tradicional acento porteño y los chistes que son clichés del humor argentino, coronan el sentimiento de localidad, que puso a los argentinos a crear imágenes sobre cómo se verían lugares icónicos de sus provincias nevados y hasta llegó a los japoneses, que empezaron a tomar clases de truco.
Con banderas celestes y blancas flameando en distintas escenas y la referencia a comidas típicas de distintas regiones del país, la aparición de publicidades y cartelería cotidiana de la ciudad de las luces del país, que al principio molesta un poco, terminan por no hacer más que generar cercanía a lo cotidiano.
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Sin embargo, el máximo acierto de la adaptación que funciona como un shock afectivo para los locales y da un sentido particular a la historia y su desarrollo, es la elección de que Juan Salvo sea veterano de Malvinas, aun cuando la guerra comenzó 25 años después del momento en que la historieta comenzó a publicarse.
La incorporación del conflicto bélico al guión le da, por un lado, un sentido al accionar de Salvo, quien deja de ser un vecino común, para transformarse en un personaje que sabe lo que es la lucha descarnada y cómo manejarla. Al mismo tiempo, explica muchos de sus sentimientos y decisiones, mientras es perseguido por los duros recuerdos y el impacto que tuvieron en su vida.
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La nieve, la sensación de temor, los improvisados elementos para resistir el ataque del enemigo, se transforman en una referencia directa a aquel momento íntimamente ligado a la idiosincrasia argentina. Incluso, las imágenes repentinas y cortas que acosan a modo de flashbacks una y otra vez la mente del personaje, evocan a otras obras artísticas de industria nacional, como el clásico de la literatura “Los pichiciegos”, la primera novela del escritor argentino Rodolfo Fogwill; o la película de 2005 “Iluminados por el fuego”, dirigida por Tristán Bauer.
Con una producción que genera halagos en el mundo, ofreciendo la posibilidad de poner lo mejor de la Argentina en la vidriera internacional, y el afecto genuino que provoca en el país, la recreación de “El Eternauta” dio en el clavo y dejó la vara alta para la esperada segunda temporada.
