El reciente acercamiento entre el gobierno argentino y la administración norteamericana reconfiguró el tablero económico y geopolítico. Los encuentros entre Javier Milei, su ministro de Economía y los referentes republicanos Donald Trump y Scott Bessent marcaron un hito que, según Gustavo Campos, presidente de la delegación Córdoba de AmCham Argentina, puede abrir un nuevo ciclo de cooperación. La serie de reuniones mantuvo en vilo a todo el establishment y a los mercados que fueron reaccionando día a día a cada señal, cada gesto, cada comentario que llegaba desde la administración Trump.
En diálogo con Perfil Córdoba, Campos –también socio director de PwC Argentina– analizó las implicancias de esta relación, los desafíos que enfrenta el empresariado y las reformas que considera imprescindibles para consolidar una etapa de crecimiento sostenido.
-En las últimas semanas se vio un alineamiento muy claro entre la administración de Milei y el gobierno norteamericano. ¿Cómo interpreta AmCham este nuevo vínculo?
-Sin duda es un hecho inédito. Era impensado semejante apoyo del gobierno de Estados Unidos hacia Argentina. Ya existía una coyuntura geopolítica favorable –la guerra comercial entre Estados Unidos y China, el conflicto entre Rusia y Ucrania–, pero lo de ahora es otra cosa. No se trata solo de gestos diplomáticos, sino de herramientas concretas puestas sobre la mesa para respaldar la gestión argentina. Hay señales de asistencia financiera, de conversaciones sobre aranceles y hasta de eventuales acuerdos comerciales. Y eso no tiene antecedentes recientes. En otros momentos la relación bilateral se limitaba a declaraciones o guiños simbólicos; ahora hay acciones específicas, lo cual cambia el escenario. El apoyo nunca fue tan explícito.
-Ese apoyo financiero y político viene con condiciones y atado al resultado electoral.
-Sí, por supuesto. Hay un condicionamiento político que generó ruido. Pero tiene lógica: Estados Unidos acostumbra a hacer negocios con aliados. Si cambia el modelo o la orientación política, es probable que ese apoyo se retraiga. No es algo nuevo en la historia de las relaciones internacionales. Lo importante es entender que esta ayuda llega en un momento de alta volatilidad para Argentina. Cualquier inyección de confianza, asistencia o respaldo externo ayuda a ganar tiempo y reducir la incertidumbre. Si el país logra aprovechar esa ventana, puede traducirse en estabilidad cambiaria y en una base más sólida para atraer inversiones.
-¿Este acercamiento político puede derivar en nuevas inversiones privadas de Estados Unidos?
-Creo que sí. Si las elecciones salen bien para el oficialismo y la asistencia financiera se concreta, vamos a ver más inversiones en energía limpia, minería y sectores industriales. Las empresas norteamericanas suelen operar en mercados aliados, y eso nos coloca en una posición expectante. También hay un tema de percepción: en un país que es considerado socio estratégico, las exportaciones y las operaciones comerciales encuentran menos trabas.
-¿Qué peso tiene que Argentina sea vista como un “aliado geopolítico regional”? -Muchísimo. Lo que se puso sobre la mesa es la importancia que Estados Unidos le asigna a Argentina como actor geopolítico en Sudamérica. No es habitual que se nos ubique en ese rol. Nosotros, desde AmCham, lo veníamos observando: la combinación de recursos naturales, ubicación estratégica y afinidad ideológica con la nueva administración norteamericana acelera ese proceso. Además, el avance de China en la región, especialmente en minería y energía, fue un factor que empujó a Washington a reforzar su presencia. La buena noticia es que esa competencia entre potencias puede jugar a favor de Argentina, siempre que tengamos un rumbo claro y reglas estables.
-¿Qué expectativas tienen las empresas socias de AmCham respecto de una revisión en los aranceles?
-El tema arancelario es central. En sectores como acero, plomo y vinos hay todavía puntos por destrabar. Si se logran reducir, Argentina puede ganar mucha competitividad frente a otros países exportadores. Estados Unidos impuso recientemente un arancel general del 10% sobre importaciones, pero dejó abierta la puerta a excepciones o reducciones para países aliados. Si Argentina entra en ese esquema preferencial, el impacto sería enorme para nuestras exportaciones.
-¿Cómo impacta la volatilidad preelectoral en la agenda del empresariado?
-Cambia todo. Antes las elecciones se miraban desde una óptica puramente política. Ahora, el resultado electoral puede definir si se mantiene o no el respaldo de la mayor potencia mundial. Eso le da una dimensión nueva al proceso. Para muchas empresas, volver atrás sería un problema: implicaría el riesgo de regresar a un esquema de controles, inflación y restricciones cambiarias, sumado a la posibilidad de perder el apoyo estadounidense. Por eso hoy la preocupación no pasa solo por la macroeconomía interna, sino por la continuidad del modelo y su legitimidad política.
-Más allá del contexto electoral, ¿qué temas económicos preocupan a las empresas?
-El frente cambiario puede estabilizarse si la ayuda externa se concreta, pero la microeconomía está muy golpeada. El consumo sigue retraído, el crédito es inviable con las tasas actuales y los costos impositivos y laborales son altísimos. El empresariado está pidiendo que, una vez superada la coyuntura electoral, el Gobierno introduzca herramientas microeconómicas que reactiven la producción y el mercado interno. Necesitamos tasas razonables, incentivos fiscales y condiciones para producir y exportar con rentabilidad.
-En el Coloquio de IDEA se habló mucho de la necesidad de reformas laborales, previsionales y fiscales. ¿Coinciden con ese diagnóstico?
-Sin duda. Si el frente cambiario y electoral se estabilizan, llega el momento de hacer reformas estructurales. No son muchas, pero deben ser profundas: simplificar el sistema impositivo, reducir la carga laboral y modernizar el marco previsional. En un mundo más abierto y con inflación controlada, competir sin esas reformas es imposible. No importa qué gobierno esté, los costos actuales hacen inviable la competitividad frente a productos importados. Ojalá que en los próximos dos años estemos discutiendo cómo mejorar la productividad, y no cómo sobrevivir a otra crisis de volatilidad.
-¿Cómo es el vínculo de AmCham con los subsoberanos, y puntualmente con Córdoba?
-Muy bueno. El Ministerio de Finanzas de Córdoba viene trabajando en simplificación de trámites, sobre todo en la constitución de sociedades. Eso mejora el clima de negocios. Desde la Cámara valoramos esos avances y buscamos profundizar la cooperación. Córdoba tiene un ecosistema empresarial activo y un gobierno provincial que entiende la importancia de atraer inversiones. La articulación entre lo público y lo privado es clave para aprovechar esta coyuntura internacional.
-¿Cómo conclusión cómo describirías el clima actual en el empresariado?
-Diría que hay una mezcla de expectativa y cansancio. Todos entendemos que hay una oportunidad enorme, pero la política electoral desgasta. Las empresas necesitan previsibilidad para proyectar y decidir inversiones, y en Argentina eso es un bien escaso. Por eso esperamos que las elecciones pasen rápido, que se despeje la incertidumbre y que el país pueda aprovechar este momento histórico. Porque, sinceramente, no hay antecedentes de un apoyo tan explícito de Estados Unidos hacia Argentina. Si lo sabemos capitalizar, puede ser un punto de inflexión.


