La acción, la tensión y la toma de decisiones a contrarreloj que enfrentan el deseo de supervivencia con la moral, volvieron a los juegos. Y, por fortuna para los seguidores de la serie, en su tercera temporada, “El juego del calamar” recuperó el encanto.
Después de la segunda temporada que dejó de lado la esencia de los juegos infantiles que enfrentan a los concursantes a la muerte, hace exactamente una semana, la producción surcoreana estrenó en Netflix su parte número 3 y volvió a mostrar qué la hace especial. Además de dejar a todos boquiabiertos por el inesperado personaje que, ¿cierra la historia?
En esta nueva tanda de seis capítulos (uno menos que en las temporadas anteriores), Seong Gi-hun, más conocido como “el jugador 456”, regresa al reto dentro de un ataúd, forzado a continuar y completamente devastado por la muerte de su amigo, las traiciones y la fracasada rebelión que él mismo orquestó antes del final del ciclo anterior.
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Mientras los jugadores deben enfrentar nuevos desafíos y, aún más, confrontar a sus propios fantasmas y a los de sus compañeros, la redención, el amor fraternal y las motivaciones para salir adelante son, sin dudas, la nueva clave.
En paralelo, en medio del mar, el equipo de investigadores y aliados de Seong Gi-hun sigue dando vueltas. Y entre las paredes del colorido y, al mismo tiempo, espeluznante edificio montado en la isla, continúa el enfrentamiento entre los organizadores del juego. Una dupla de narraciones paralelas que dejó un poco que desear y casi estuvo de más adentro de la historia completa.
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Al mismo tiempo, vuelven a tomar relevancia los VIP, los detestables “clientes” adinerados, para quienes se arma todo el show de matanza y desesperación, que esta vez no solo disfrutan del dolor ajeno, sino que, además, toman algunas decisiones que marcan el rumbo.
Pero, más allá de todo eso, el mayor acierto es que nuevamente los juegos son los protagonistas, concentrando en su desarrollo los momentos de mayor tensión y horror, con pruebas brutales que no solo provocan el derramamiento de sangre, sino que regresan a los orígenes: poner a prueba el límite de lo humano y la ambición desmedida, sin medir consecuencias.
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Con menos de esa “música de calesita” que aportó estridencia y le quitó el halo de desesperación a la segunda temporada, regresaron los momentos que tanto explotó la primera parte, en los que el espectador solo espera que pasen las tomas de situaciones límite (que parecen detenerse en el tiempo), para ver la resolución de cada escena.
La empatía hacia los personajes también volvió al ruedo, gracias a que, otra vez, las personalidades de cada uno de ellos son explotadas hasta quedar a flor de piel. En este caso, vale destacar la actuación de Park Sung-hoon, quien interpreta a Hyun-ju (o jugadora 120), una mujer trans que anteriormente sirvió como soldado en el ejército de Corea del Sur y que en esta etapa deja salir toda su humanidad de un modo desgarrador. Del mismo modo, resalta Kang Ae-shim como Jang Geum-ja (o jugadora 149), la madre anciana que se unió al terrorífico certamen para ayudar a su hijo a pagar sus deudas. Ella logra una transición psicológica que eriza la piel.
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Entre los ideales y lo inesperado
El propio creador de El juego del calamar, Hwang Dong-hyuk, describió esta entrega como “la más oscura y brutal”. Y no mintió. No se trata solo de la cantidad de sangre derramada en medio de matanzas masivas ni de los ataques cuerpo a cuerpo, sino de las luchas de poder y el choque de ideales.
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Este último aspecto se percibe a lo largo de todos los episodios, pero se expone de forma más explícita en el capítulo 4, durante un increíble diálogo cara a cara entre Seong Gi-hun y Hwang In-ho (Lee Byung-hun), el líder y actual supervisor de los juegos del calamar. Es el momento exacto en que caen las máscaras (literalmente) y el jugador 456 descubre que la mente maestra detrás de esta edición es alguien en quien confió: quien lo acompañó en la primera parte. A la vez, advierte que volvió a tropezar con la misma piedra, ya que se trata del jugador 001, tal como sucedió en la temporada inicial.
Ese momento cúlmine se da cuando aún restan dos capítulos para el final. Lo que queda es aún más desgarrador. Y ese careo de ideales retoma fuerza en un nuevo enfrentamiento, esta vez más simbólico, durante la segunda parte del último episodio: un “encuentro” entre ambos personajes en el que, a lo largo de tomas silenciosas, las miradas dicen más que cualquier palabra.
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Más allá de la duda latente sobre si realmente fue necesaria esa segunda parte tan extensa previa al retorno a los orígenes, o si todo se podría haber resuelto mejor en una sola entrega, la tercera temporada de “El juego del calamar” vale la pena. Y el inesperado momento del desenlace que, sin ánimos de generar spoilers, es el más sorprendente de todos, deja un nuevo y misterioso personaje con un interrogante bajo la manga: ¿todavía queda más por ver?
El trailer de “El juego del calamar 3”
Embed – El juego del calamar: Temporada 3 | Tráiler oficial | Netflix