A más de 4.000 metros sobre el nivel del mar, la vida adquiere otro ritmo. En el corazón de la Cordillera sanjuanina, la mina Veladero se prepara para cumplir 20 años de operatividad ininterrumpida. Allí, trabajar no es solo una tarea diaria, sino un verdadero desafío físico y emocional.
Quienes forman parte de este complejo engranaje productivo viven bajo un régimen rotativo: 15 días en la altura, 15 días de descanso. El primer obstáculo comienza desde el momento en que “suben” a la mina. El ascenso a semejante altitud exige al cuerpo humano una adaptación inmediata. Por eso, el primer día suele ser de aclimatación, para aliviar los síntomas de la puna.
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En Veladero, la mina nunca se detiene. La extracción de minerales no puede interrumpirse: de ello depende la estabilidad estructural del yacimiento, y prevenir riesgos como derrumbes o inundaciones. Por eso, los equipos se dividen en dos grandes turnos: día y noche.
La zona central de la mina, donde se lleva a cabo la extracción, opera con 52 camiones que trabajan sin pausa. Cada uno de estos vehículos realiza alrededor de 600 viajes por turno. La particularidad es que la mayoría de quienes están al mando de estas moles de acero son mujeres, pioneras en una industria históricamente masculina.
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La vida cotidiana se amolda al reloj laboral. Quienes trabajan de noche almuerzan entre las 17:00 y las 19:00, mientras que la cena se sirve entre la medianoche y las 03:00. Las jornadas están completamente marcadas por el turno que toque cumplir.
Sin embargo, más allá de la exigencia, hay un fuerte sentido de pertenencia. “Nuestros cerebros están programados para trabajar solo 14 días. Ya al día 15 queremos bajar, ver a nuestras familias, retomar nuestras vidas. Pero estamos agradecidos, esta mina nos cambió la vida”, confesaron los trabajadores de Veladero a Tiempo de San Juan.