A veces, un sueño puede comenzar en un aula común, en una escuela pública, en un rincón cálido y esforzado de una provincia argentina. Y puede, con esfuerzo, compromiso y visión, terminar desplegándose en una experiencia internacional, en un colegio como el Atlantic de Gales o un castillo medieval del Reino Unido, rodeado de estudiantes de más de 150 países. Así es el viaje que está a punto de emprender Agustín Marcet Parisi, un joven sanjuanino de 18 años, que fue seleccionado para integrar el prestigioso programa de becas del movimiento internacional United World Colleges (UWC).
Agustín Marcet Parisí cursa sus estudios en la Escuela de Educación Secundaria Carlos Pellegrini de Santa Lucía, institución a la que no duda en agradecer profundamente por haber sido parte fundamental de este proceso. “Le debo muchísimo a mi escuela. A mis profesoras Mónica Uribe, Ivana Royón y a toda la comunidad educativa. Me acompañaron, me apoyaron y creyeron en mí desde el primer momento. Esto también es de ellos”, afirma con gratitud.
El próximo octubre, este joven dejará su San Juan natal para instalarse en Gales. Allí comenzará una nueva etapa como estudiante del UWC Atlantic College, una institución tan particular como inspiradora: un internado en un castillo del siglo XII donde se fundó, en los años 60, el primer colegio del movimiento UWC, por iniciativa del educador alemán Kurt Hahn.
Una educación para la paz
United World Colleges no es un colegio común. Es un proyecto educativo transformador, basado en la idea de que la educación puede y debe ser una herramienta para la construcción de la paz, la sostenibilidad y el entendimiento intercultural. Cada año, más de 9.000 jóvenes de todas partes del mundo son seleccionados en sus países de origen para compartir dos años de vida y estudio en uno de los 18 colegios del movimiento, ubicados en países como India, Noruega, Tanzania, Canadá, Italia, Japón o, en el caso de Agustín, el Reino Unido.
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“El programa no sólo busca rendimiento académico, sino también compromiso social, empatía y capacidad de liderazgo”, cuenta Agustín, quien tuvo que atravesar un riguroso proceso de selección en Argentina, compitiendo con cientos de postulantes. “Lo que más me motiva es poder convivir con personas que vienen de realidades completamente diferentes. Ex becarios me contaron que, por ejemplo, en clases de Historia se debatían hechos mundiales como la revolución de Sudán, con chicos que venían directamente de ese lugar. Poder ver los hechos desde todas las perspectivas es algo que me parece fascinante y necesario”.
Aprender del otro, cambiar el mundo
El modelo UWC se estructura sobre cuatro pilares: un bachillerato internacional exigente, actividades deportivas, expresiones artísticas y proyectos de servicio comunitario. Los estudiantes eligen sus materias y también deben involucrarse en acciones como ayudar en granjas locales, asistir a personas mayores o participar en proyectos de limpieza ambiental.
“Yo tengo que elegir tres materias que quiero estudiar a nivel más avanzado y otras tres de un nivel estándar. Además, voy a poder elegir entre deportes como fútbol o básquet, y expresiones creativas como teatro, música o pintura”, cuenta Agustín, entusiasmado. “Y hay algo que me parece profundamente humano: todos tenemos que hacer actividades de servicio. Eso puede ser visitar un geriátrico, ayudar en una granja, salir a limpiar una playa. Eso forma parte de la educación. Es hermoso”.
San Juan presente
Agustín no se va solo. Lleva consigo el afecto de sus padres, su familia y sus profesores. Lleva también la mirada de toda una provincia que, con orgullo, lo ve convertirse en un embajador del respeto, la diversidad y el conocimiento.
“Quiero agradecer profundamente a mi familia, que siempre me apoyó, y especialmente a mi mamá, que me ayudó a soñar en grande. Y, como dije antes, a mis profes y compañeros de la escuela Carlos Pellegrini, que son parte de este logro”, repite una y otra vez.
Desde San Juan capital hasta el viejo continente, Agustín llevará más que una mochila con libros. Llevará sus raíces, su identidad y su esperanza de que otra educación –más justa, más abierta, más humana– es posible.
Y en ese castillo frente al mar, rodeado de historias milenarias y voces de todos los rincones del mundo, seguramente Agustín encontrará nuevos sueños, nuevas amistades y nuevas formas de cambiar, paso a paso, el mundo.